Cuando Gio Battista Giuliano llegó a Argentina, lo primero que hizo fue comprar tierras en Santa Fé. Al menos eso es lo que se ha repetido en la familia desde que los hijos de Gio Battista aprendieron a hablar. 400 cuadras de campo. Así nomás.
Como esas tierras ya no estarían en manos de esta rama de la familia, no podemos saber con exactitud en qué año, ni si la tradición oral es exacta en el aporte informativo restante. Descubrir la historia de esas tierras es una tarea pendiente; cuando la termine, les cuento.
Hoy quisiera compartir algunas vivencias familiares vinculadas a esas tierras y a las familias que, alguna vez, las habitaron.
Se trata de dos momentos especiales en nuestra historia: uno, previo al nacimiento de mi madre. Otro acaecido más de diez años después. Este quedará para el siguiente post.
Cuando en 1927 fallece el bisabuelo Giuliano, la Marconetto, su esposa, quedó viviendo en sus cuadras, en la antigua casa del campo, rodeada por sus hijos, esposas de hijos e hijos de hijos, todos juntos, bajo un mismo techo. Excepción hecha de mi abuelo Juan, que al tiempo de nacer el hijo mayor, Ildo, había comprado su casa, Villa Edith, en el pueblo de Montes de Oca y allí se había mudado antes del nacimiento de su hija Nelly en 1930 y José, que vivía ya en Bouquet.
Al enviudar, la Marconetto convocó a todos sus hijos: a los que tuvo con el bisabuelo Bautista (Sebastián y Juan), a los que había tenido Bautista en su primer matrimonio (Alfredo y José) y a los hijos de la Marconetto, fruto de su primer matrimonio con Don Marchisio (Rosa, Alfredo y Lorenzo).
En ese momento, todos recibieron la herencia en adelanto, algunos en tierra, otros en dinero, conforme el pedido de cada uno, con la condición de que los hijos de la Marconetto cuidaran de ella, cuatro meses cada uno. Me refiero a los dos hijos de su matrimonio con Bautista, Juan y Sebastián y a Alfredo, uno de los dos hijos de Bautista. Es así como la chacra primordial, obra del Bautista, se divide por vez primera en su historia: Sebastián queda con una parte del campo, Juan con otra, Alfredo con otra... José, tiempo antes ya instalado en Bouquet a cargo del Almacen de ramos generales de ese pueblo, recibe el equivalente en dineros... los Marchisio otro tanto, momento en que parten con destino a General Roca.
La cosa es que una vez producido el adelanto, la Marconetto termina, casi de inmediato, viviendo con su hijo Juan. De hecho fallece en Villa Edith casi 10 años despues, siempre bajo los cuidados de mi abuela María Vaieretti. Y sí, es cierto: María era una mujer tan especial, que hasta su suegra la quería, prefiriéndola de entre todas su nueras. Para ese entonces la Marconetto tenía como noventa años y estaba casi ciega por causa de cataratas. Haberle pedido paciencia y consideración hacia el resto del género humano no hubiera sido demasiado justo, así como tampoco lo hubiera sido pedirle que se adaptara a vivir allí donde no se sintiera cómoda. De cualquier forma, cabe acotar que nadie se manifestó ni ofendido ni despreciado por el hecho de que la Marconetto terminara manifestando su voluntad de vivir en la casa de su hijo Juan.
María Marconetto falleció querida, acompañada y cuidada. Eso es lo que vale. Así como todas las anécdotas familiares que mi abuela terminó aprendiendo del lado Giuliano, durante esos años.
Pero: ¿de qué valen estos comentarios? En carácter de hija única, muchas veces me han manifestado la carga que debe representar ser único a la hora de cuidar a los padres, ya mayores.
En ese momento yo pienso que las mayores cargas no suelen estar representadas por los mayores por causa de edad, sino por los menores por causa de espíritu. Una veintena de hermanos no alcanzan para cuidar a un solo viejo, cuando esos hermanos pierden de vista quién los trajo hasta aquí. Por el contrario: un sólo hijo es más que suficiente, siempre y cuando no se la pase mirando hacia los costados para ver quién está poniendo el hombro y cómo, además de él.
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