Ya viudo, mi abuelo viajó a Italia dos veces. Desde que había emigrado a Argentina, nunca había vuelto a su país de nacimiento.
Del primero de los viajes mi abuelo trajo una caja de bombones. La verdad es que no tengo recuerdo de cuando mi abuelo volvió, ni de si los bombones me resultaron ricos o no. Lo que sí recuerdo es que la caja pasó a estar guardada en el baúl de La Marconetto, con los juguetes. Al menos allí es donde tengo recuerdo de haberla registrado por primera vez.
El caso es que cada vez que iba a buscar algo al baúl para jugar, veía la caja que, para mí, era una especie de cartolina de Italia: una postal que me había llegado de un país lejano y azul, lleno de damas y caballeros elegantes y armoniosos... Un país hermoso, semejante al de los cuentos, pero real.
Será por eso que la caja duró tanto tiempo en el baúl, pese a no ser apta para el guardado de nada, por su formato. Tanto tiempo duró la caja que, aún hoy, la tenemos entre nosotros.
Como verán, mi abuelo trajo una caja de Baci, Perugina. Hoy me sorprende ver que los Baci siguen existiendo y que, incluso, el packaging sigue prácticamente inalterado.
En sus dos viajes a Italia, mi abuelo se enfrentó a una realidad que le costó bastante procesar. Ustedes dirán: y sí... veinte años no son nada, pero más de cuarenta es un tiempo considerable. Comparto.
Sin embargo, lo que más le costó a mi abuelo procesar fue que en todo ese tiempo su pueblo, Pianello Val Tidone, no hubiera cambiado nada: ni los edificios, ni las calles, ni la gente. Recuerdo que mi abuelo decía que todo estaba tal como él lo había dejado. Particularmente las mujeres: le llamaba la atención haberse encontrado con las muchachas que él había conocido de joven, todas vestidas de largo y de negro y con pañuelos oscuros en la cabeza. Tal como él recordaba se vestían las abuelas cuando él era chico.
Hoy pienso: y claro, habiendo vivido más tiempo en este país que en Italia, mi abuelo había llegado a alcanzar un nada despreciable nivel de argentinización, nivel que supone estar convencido de que progreso es sinónimo de cambio y cambio, sinónimo de modificación bien ostensible. En ese esquema mental, no hay mejor modo de expresar la modernidad cultural que a través de mujeres que se corten el cabello y se abrevien las faldas... ni mayor síntoma de progreso urbano que tirar edificios abajo y levantar otros nuevos. En este sentido, Argentina ha sido un buen exponente de la modernización. Con marido decimos que en éste país, cuando se tramita permiso de obra, de paso se va pidiendo el de demolición, para ahorrar tiempo :)
Cuando me pregunto porqué una y otra vez vuelvo a mirar hacia Italia, pienso que es porque allí encuentro evidencia de que existe un modo diferente de progresar, de que es posible mejorar sin tener que abandonar las tradiciones, lo que nos hace ser nosotros mismos, siempre, aunque pase el tiempo. La esencia, no?
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