Este blog estaba como rengo: nos faltaba un capítulo para hablar de la madrina de nuestra ñata.
Parece que este día es el día para hablar de personas especiales en nuestra vida. Juliana es, sin lugar a dudas, una de las que más admiro y he admirado, desde que la conocí, logrando sostener ese espíritu y esa convicción a lo largo del tiempo.
No es fácil eso y menos hoy día, en que todo cambia tanto y tan rápido, incluidas las personas y las convicciones.
Amiga siempre presente, incondicional, casi una maestra para mí; mujer de inteligencia superior, con un aplomo y una seguridad que hubiera querido tener yo en más de una oportunidad. Compleja pero accesible, su cariño y su apoyo nos han acompañado desde hace ya más de veinte años.
Cuando tuve que pensar en una Madrina para mi hija, no lo dudé. No se me ocurrió nadie mejor para desempeñar ese rol, como legado. Elegir madrina o padrino no es una tarea menor. Suele recurrirse a números puestos, como hermanos, tíos y aún abuelos... en el convencimiento de que siendo familia, no habrá mejor elección posible.
En nuestro caso tuvimos la suerte de no enfrentarnos a la disyuntiva: contamos con una amiga a la que pudimos considerar, de siempre, una hermana.
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