Mi papá fue un hombre especial. Como todos los papás, dirán ustedes. Probablemente tengan razón. Al fin y al cabo, todos somos, de algún modo, especiales.
Pero mi papá fue un hombre especial de un modo y en un sentido más que especial.
José Félix Bugoni se construyó a sí mismo, de la nada y pese a si mismo, mezclando ilusiones y desilusiones, ideales y sueños, carencias, temores, desamparo, debilidades y limitaciones, combinándolos con humor, valentía, una cáscara de mal genio, gran sentido de la solidaridad y muchas artimañas, como decía él.
Fue un hombre que se enfrentó a los obstáculos de un modo, diríamos, casi heroico y se jugó siempre por superarlos y por defender sus convicciones. No siempre lo logró, pero sí, siempre lo intentó.
Fue un gran trabajador, hasta de un modo inconducente, dirán algunos, por dedicar gran parte de su energía vital a la lucha por causas perdidas. Como la del saneamiento ambiental. Lo que muchos no entienden es que luchando por esas causas, Bugoni luchaba por sí mismo.
Ya cerca del final no esperado, tuvo la grandeza de decir que estaba satisfecho con lo que había logrado en su vida y con su familia, dándonos a todos una increible y nunca demasiado bien agradecida, sensación de paz. Hasta último momento, fue generoso.
Creo que el gran mérito de mi padre es no haber perdido nunca la bondad, la ingenuidad y hasta la malicia que tienen los niños, mientras son niños.
Gran parte de lo que soy y de lo que sé, viene de él, aunque, por suerte o por desgracia, creo que nunca tuve la condición de niño que lo definió a él por tanto tiempo.
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