Ella, la artista
Mi abuela Vaieretti tenía gran sentido del humor y un espíritu siempre en alto. Le gustaba cantar, disfrazarse y actuar. Era como una gran comediante, pero reservada al ámbito de la familia y de los amigos.
Pese a sus orígenes italianos del norte, tenía un buen look español que sabía explotar inteligentemente, pintados los labios de rojo oscuro y recogiendo el cabello en largas trenzas entrelazadas.
Será por esto que mi mamá salió artista. Igual que mi abuela, siempre se disfrazaba; de pequeña no había festejo del Pueblo que no tuviera su participación, ya como angelito, ya cantando en el coro o actuando en las veladas de la Iglesia.
No había película de Hollywood que ella se perdiera (en ese momento Montes de Oca contaba con sala cinematográfica) y no había atuendo que usara Rita Hayworth que no inspirara la realización, por propia mano, de algún modelito para las ocasiones del Pueblo.
Era natural que este proceso desembocara en múltiples participaciones para aspirar a reinados, como era natural que las mismas terminaran favoreciéndola con gran reconocimiento. Mi madre era y aún es, una mujer bella, con gran personalidad y buenas dotes artísticas.
Lógicamente, estas características debían ir acompañadas, en la época, por un espíritu transgresor, o al menos, de avanzada. Si no fue la primera, debe haber estado entre las diez primeras mujeres en usar traje de baño de dos piezas en Argentina, situación por cierto agravada al ser lucido en un Pueblo que, al día de hoy, ronda los tres mil habitantes.
El tránsito de Nelly damita joven en la Compañía de Bernardo de Bustinza (respecto del cual aprovechamos la ocasión para recordarlo y homenajearlo, sin perjuicio de comprometernos a dedicarle otro post en este espacio) a Vedette del Maipo representó -a más de un fenómeno cuasi meteórico y un gran motivo de orgullo para su padre y madre- un suceso conmocionante desde lo local.
Mientras escribo esto pienso cómo los sueños de las personas determinan, de un modo u otro, el devenir de los acontecimientos. Gracias a su sueño, mi madre termina conociendo al que sería mi padre, también nacido en Santa Fé (Villa Cañás). Pero termina conociéndolo en el estudio fotográfico Kegahl-Masa, donde mi papá concurría a sacarse fotos como modelo publicitario de Palmolive y para las fotonovelas 'Idilio', entre otras participaciones.
Desde esa perspectiva, toda la conmoción local y todas sus ulteriores derivaciones, cumplieron un propósito y, ciertamente, redudaron en mi beneficio: la existencia.
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