La fundación de un pueblo argentino, en contexto II. Una visión menos romática.

En nuestro post anterior intentamos acercarnos a la persona del escribano del Rosario que estuvo encargado de operativizar, en 1892, el loteo y venta de las tierras que conformarían el Pueblo de Montes de Oca.

Resta ahora realizar una aproximación equivalente respecto de la persona del que fuera dueño de esas tierras. Nos referimos al tan mentado Don Francisco de Bustamante.

Si la información referida a la vida y obra de Don Ciro es escasa en internet, más lo es aquélla referida a Don Francisco.

Llegamos a Don Francisco a través de la persona de su padre: José Luis Bustamante, nacido en San Nicolás de los Arroyos el 24 de agosto de 1799.
Hijo de Estanislao José de Bustamante (hacendado de ilustre prosapia con múltiples intereses en la zona, que en 1803 fuera designado Alcalde de la Santa Hermandad por el Cabildo porteño) y de Claudia Carabajal, Don José Luis de Bustamante se dedicó a escribir, ser periodista, militar e, incluso, legislador. Por ejemplo, en el Congreso que 1826 promulgó la Constitución unitaria, Bustamante representó a la Provincia de Buenos Aires junto a Francisco Piñero y propuso a San Nicolás como capital de la Provincia.

En 1827 José Luis contrajo matrimonio con Manuela Beláustegui. Su padrino de bodas fue Salvador María del Carril.

Gran defensor del ideario unitario porteño en general, y del gobierno de Rivadavia en particular, José Luis manifestaba vehementemente su oposición a la ley de facultades extraordinarias y cuestionaba la capacidad de las Provincias argentinas de constituir una confederación.

En 1834 decide emigrar a Colonia y de allí a Montevideo en 1836, desde donde participa colaborando activamente en la conformación de la conocida como Logia de los Caballeros Liberales en Uruguay, junto a Rivadavia (residente en Colonia), Valentín Alsina (residente en Montevideo) y Salvador María del Carril (residente en Mercedes) , organización espejo de la que funcionaba en Buenos Aires bajo la dirección de Carlos de Alvear.

De 1841 a 1843 José Luis Bustamante fue secretario de Don Fructuoso Rivera, Presidente del Uruguay que llega al poder tras deponer a Manuel Oribe en 1838, con apoyo de los franceses y activa participación de los unitarios porteños.

Don José Luis regresa a Buenos Aires en 1853, luego de Caseros, pero fallece en 1857 en Montevideo.

Francisco Bustamante, hijo de Don José Luis, había nacido en 1840 en Montevideo. Regresada la familia a Buenos Aires, Francisco se fue perfilando como hombre de negocios. Casado con su prima, Magdalena Beláustegui, llegó a ser un exitoso banquero, fundador y presidente de la Compañía Primitiva de Gas por 30 años y fundador y director de la sociedad de seguros La Estrella por 49 años. Además, es recordado como fundador de la empresa Tramway de la Capital en la que actuó como director y del Banco Hipotecario Nacional.

También tuvo gran participación en los ingenios azucareros, siendo propietario del San Miguel en Tucumán, ocupando incluso la Presidencia del Centro Azucarero Argentino en 1901 y logrando la aprobación de la ley que restringió el uso de la sacarina.

Fue activo promotor del emprendimiento para construir el Gran Ferrocarril Interocéanico, de Buenos Aires a Yumbel (Chile) pasando por Antuco, para lo que la empresa Bustamante y Cía. contrató los servicios del Ingeniero Ricardo Duffy para delinear la propuesta, que fuera aprobada como concesión por ley 1907 del 27 de noviembre de 1886.

Hasta donde sabemos, la obra no se concretó :)

Por ese entonces es que Don Francisco decidide vender sus 43 mil hectáreas de campo en el Paraje de Las Tortugas ("tierras fiscales que habían pasado de mano en mano por distintos dueños, sólo interesados en bienes de renta"), iniciando los trámites para la conformación de un Pueblo al que denominó "Montes de Oca". El 18 de enero de 1888 el Gobernador José Gálvez, aprueba la traza del pueblo. La operatoria se concretaría recién en 1892 a través de la intervención de Ciro Echesortu, escribano del Rosario, que muy diligentemente se dedicó a encontrar compradores para su cliente. Y como buen agente inmobiliario, los terminó encontrando.

Para ponernos en contexto, leemos:
"Un pedazo de tierra en Lincoln, en Tapalqué o en otro punto más o menos desierto, pasando de mano en mano permitía se obtuviesen en pocas horas enormes beneficios, hasta que la operación terminaba con la creación de pueblos imaginarios... Preferentemente debían estar próximas a una estación ferroviaria existente o prevista... los trazados de estos pueblos se desarrollaban alrededor del espacio “estación”, al que se agregaban una o más plazas. La apertura de créditos hipotecarios les permitió financiar las “mejoras” en el sitio, tales como demarcaciones de calles y la construcción de iglesias y/o escuelas, todo aquello que les permitiera anunciar: “todo pronto”. Es justamente en las campañas publicitarias, sostenidas por semanas en grandes avisos, donde la imaginación de los especuladores convertía en verdes lomadas a los terrenos bajos, en amplias avenidas y parques a extensos pastizales; en hermosas iglesias a modestas capillas y en elegantes edificios a humildes construcciones de adobe y chapa de zinc..."
Argentina, signada por el espíritu de quiénes anhelaban un país moderno y no dudaban, para alcanzarlo, en recurrir irrestrictamente al empréstito externo, a la emisión de papel moneda y la apertura al crédito (lógicamente, para el empresariado argentino),  se estaba preparando animosamente para ingresar a la gran crisis de los noventa. Esta crisis se explica con relativa facilidad si pensamos que el empresariado argentino actuó entonces con lógica semejante a la que ha estado actuando en años más recientes: si el propósito de aquéllas medidas (empréstitos, créditos, emisión) tuvo como propósito declarado promover la inversión en actividades productivas, generadoras de riqueza genuina, lo cierto es que las empresas decidieron afectar estos dineros a otros negocios especulativos, entre los que, por ese entonces, destacaba el inmobiliario. Diferentes circunstancias (incluida la vocación emigrante de italianos, españoles y otras poblaciones de origen europeo) habían elevado el valor de la tierra de modo tal que no había inversión más sencilla, segura y rentable, que la inmobiliaria.
Ahora bien: hacia 1890 la burbuja inmobiliaria estaba próxima a estallar...como suele suceder y ha sucedido recientemente con varias burbujas... Cuando estalló, los grandes perdedores fueron los que no lograron vender sus tierras antes de que los precios cayeran en picada. La historia nos muestra cómo es que Francisco de Bustamante no estuvo entre los desafortunados del momento.
De allí el origen del Pueblo de Montes de Oca.

1 comentario:

  1. Hola Mara, tengo entendido de que Don Ciro Echesortu, fué a la Colonia Irigoyen en búsqueda de familias que compraran éstas tierras, una de ésas familias fue la de mi bisabuelo Lorenzo Toia y sus hermanos, quienes le pusieron como condición que les fundara una Iglesia y una escuela. Don Ciro accedió a ésto empezando a construir la Iglesia en 1886 y fue inaugurada en 1887, que según testimonios de la época Don Ciro y su familia estuvo presente en la inauguración, solo que los primeros libros de la iglesia datan de 1889. En mi búsqueda familiar encontré a un hermano de mi abuelo llamado Juan Bautista Toia nacido aquí en Montes de Oca en mayo de 1887, registrado en los libros de la parroquia de Cañada de Gómez.
    Espero haber hecho algún pequeño aporte.
    Daniel Toia

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