Hay personas que juegan un papel preponderante en nuestras vidas, sin siquiera darse cuenta de lo importante y decisivo de su intervención.
Juan Manuel Wendt fue una de ellas, para nosotros.
Compañero de trabajo, pero más que eso, amigo de papá, lo conocí antes de conocerlo por las anécdotas de sobremesa que los fines de semana se servían con el postre, despues del asado. A papá le gustaba mucho hablar de sus viajes a Provincia. Estaba lleno de anécdotas. Una en especial era la de una comisión al interior, creo que a San Juan, en la que un equipo llevaba orden de implementar unos trabajos de agua potable. Cristo sabe del año que estamos hablando. Sí recuerdo que el equipo integraba las huestes del, por ese entonces SNAP (Servicio Nacional de Agua Potable, como corresponde).
Todo mundo relevante estaba convocado ese día a un acto, razón por la cual no había quenque firmara los papeles. Las obras corrían el riesgo de quedar indefinidamente paralizadas.
Mi papá, expediente en mano, se dirigió en busca de la autoridad. Llegado al punto en que a la gente común se la interroga y, sin más trámite, se la manda de regreso por donde vino, mi papá contestó que traía documentación urgente de la Presidencia, para ser firmada por el Gobernador. Y así se hizo. La firma se obtuvo.
'Al fin y al cabo', decía mi papá, 'veníamos de la Presidencia del SNAP'.
La anécdota terminaba con la obra realizada, una gran expresión de satisfacción en el rostro de mi papá y una gran sensación de incredulidad de mi parte.
No fue hasta que cumplí 24 años que tuve oportunidad de visitar al Ingeniero Wendt en su casa. Ya jubilado y bastante delicado de salud, lo visitamos con mi marido al poco tiempo de casados.
El Ingeniero Wendt nos recibió con gran amabilidad y alegría. Mientras tomábamos el té, comenzó a narrar historias de vida compartidas con mi padre... incluída una (también puesta en duda por mí), en la que el Ingeniero Wendt intentaba, en una cena de gala, pinchar la cereza del postre sin éxito, hasta que la misma salió eyectada para dar en el rostro de un comensal importante, que no viene al caso mencionar. Lo que sí viene al caso es decir que, de entre el anecdotario del Ingeniero Wendt brotó, de repente, la historia del 'venimos de la Presidencia'. Cómplice, el Ingeniero se sonreía y se justificaba, diciendo que, de otro modo, esos trabajos nunca se hubieran realizado...
Creo que el Ingeniero Wendt nunca supo el bien que me había hecho. En ese momento me sentí apesadumbrada por haber dudado de la veracidad de las historias que contaba mi papá. Pero aliviada también: a partir de entonces, las tomé como verdades sancrosantas.
Hace un tiempo ví una película que me sorprendió presentándome, precisamente, este tema: The Big Fish. Resumiendo: padre que cuenta anécdotas de un modo y con contenidos tales que hijo termina dudando de ellas.
La película cierra con el funeral paterno, en el que se presentan todos los personajes que a lo largo de la película creímos, junto al hijo, eran sólo fruto de la imaginación de un padre fabulador.
El Ingeniero Wendt me hizo el bien de evitarme tener que llegar a ese momento para creer en las historias de mi padre.
A partir de allí, Wendt me honró, haciéndome sentir amiga suya y así lo sentí yo también hasta que, a los meses de habernos dejado papá, partió Wendt detrás suyo.
Las anécdotas que estarán compartiendo y de las que nosotros nos estaremos perdiendo.
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