Nunca que se ha derramado vino sobre la mesa, mi madre se ha enojado. Al contrario: se lanza presta y con dedos índice y mayor bien dispuestos, humedece las yemas sobre el derrame y nos marca la frente con la señal de la cruz, diciendo "Alegría, alegría!".
Esta costumbre viene de lejos en casa de los Giuliano-Vaieretti. El vino derramado es la oportunidad para encontrar y compartir una bendición, porque es interpretado como augurio de abbondanza.
Al parecer, la expresión original de la exclamación es "Divizia, divizia!" (del latin divitia, riqueza). Bundansia en dialetto piamontés.
Este ritual es parte del arte de saber transformar la pena en dicha y la pérdida en ganancia. Pero, para ser efectivo, demanda de la colaboración del otro: así como la madre se dispone a distribuir la bendición, el resto de la familia debe disponer la frente para recibirla. Nada peor que echarse a un lado o, incluso, secarse la gota de vino que bajando por la nariz, está determinada cumplir su destino y llegar a la boca.
No acatar este mandato es, más o menos, renegar de la familia.
Marido cuenta que en su casa, también se hacía así. Lógicamente, porque su abuela Giavelli, como sabemos, provenía de Cuneo.
Dios los cría y el viento los rejunta... con vino en la mesa y esperando bendiciones.
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