Set básico del buen genealogista

Damos por sentado que los que hemos llegado hasta aquí tenemos un interés genuino por conocer nuestras raíces. Y que este interés va más allá de la urgencia o de la necesidad del momento.
Dicho esto, se me ha ocurrido que puede resultar de utilidad para otros que están en la misma, listar el staff que me ha acompañado a lo largo de este tiempo de búsqueda. Este post completa uno anterior, referido a algunas de las fuentes que hemos utilizado a lo largo de este tiempo.
El primer gran elemento, al que he dado en llamar, actitudinal, es en realidad un conjunto de virtudes básicas que acompañan a todo buen genealogista y que, de algún modo, deben estar presentes para sostener la motivación. Debo decir que algunas de estas virtudes no definían del vamos mi persona, razón por la cual me he encontrado en la necesidad de cultivarlas diariamente.
La primera: una actitud positiva y perseverante. No aflojar cuando se nos presenten escollos. Remontarse atrás en el tiempo puede ser tan difícil como predecir el futuro con cierto grado de éxito. Así que, a desarrollar una gran tolerancia a la frustración para lograr mantener el entusiasmo, aún ante la adversidad que nos impide avanzar en la ricerca. La segunda actitud: la celebración agradecida. Este agradecimiento debe incluir desde la persona que nos ha provisto del dato que anhelábamos, hasta a los antepasados que nos han ayudado, desde el más allá, generando una constelación favorable para que nuestro camino se cruzara con el de aquél que nos ha dado una mano. La tercera: solidaridad. Si es cierto que todos necesitamos de todos en la vida, en materia genealógica esta verdad es palmaria. Ser generosos genealógicamente hablando, además de definirnos como personas mejores, mejorará sin duda los resultados de nuestra búsqueda. La información que se comparte, necesariamente, crece porque se enriquece. Y, de últimas, como la tarea que usted ha decidido emprender es por demás solitaria, tendrá la suerte de rodearse de personas que, por compartir su interés y su pasión, sabrán apoyarlo ante la adversidad y se podrán felices con usted ante un descubrimiento. (Comentario al margen: ¿ha notado cómo algunos parientes lo miran cuando usted está deprimido y comenta que es porque no encuentra el nombre del tío segundo del chozno de su bisabuelo? ¿Ha reparado en sus caras cuando usted, feliz de la vida, sale a descorchar e invita ronda de tragos porque ha encontrado el nombre de la segunda esposa del hermano de su tatara? Pues bien, esta sensación de vivir alienado se termina cuando uno se da cuenta de que hay otras personas en el mundo que actuarían del mismo modo ante la misma situación).
El segundo gran elemento es uno conformado por una serie de habilidades, que hacen que el buen genealogista compita con los detectives y sea comparado con los historiadores.
Como detective, la primera de las habilidades es, ante la falta de certeza, vivir planteando hipótesis y tratar de ir contrastándolas con la información que vamos obteniendo. Por eso, para un genealogista, nada de lo que se sabe ni de lo que se va averiguando es descartable. Cada dato, cada punta, cada indicio es relevante. Porque puede estar abriendo la puerta para llegar a la información que nos interesa por un camino que, hasta ese momento, no habíamos explorado.
En este sentido, un buen genealogista valora en extremo la transmisión oral de la historia. Allí donde no hay papeles de seguro hay verdades que han sobrevivido en la memoria familiar, sin soporte papel ni digital. Y allí donde la documentación existe, estas verdades tienen la virtud de completar un panorama que, en su ausencia, sería bastante desolado en términos de una buena historia.
El genealogista debe ser ordenado, sistemático y contextualizado en el manejo de la información, tal como lo son los buenos historiadores. Debemos aprender a llevar nota de todo lo que vamos descubriendo, de las fuentes y de los recursos de búsqueda. Y, si somos adictos a la PC, tener back up/soporte papel de nuestro capital investigativo. Lo digo, lamentablemente, por experiencia propia.
Comentario especial merecen los recursos en internet: parta siempre de la convicción de que la información crece y se actualiza de modo constante. Si intentó una búsqueda y no obtuvo resultados, tómese la costumbre de repetirla al tiempo. Puede que se encuentre con que la información se ha actualizado y que lo que no encontró en la primera oportunidad termina apareciendo en la siguiente.
Lo de 'contextualizado' hace a la necesidad de investigar el momento histórico en el que vivieron nuestros ancestros. No podemos hacer historia familiar sin saber algo de la historia más amplia. Conocer esa historia siempre hace más efectiva nuestra búsqueda.

El tercer gran elemento es el de los recursos distintos a las actitudes y a las habilidades. Básicamente: tiempo y dinero. En nuestras sociedades, el tiempo (y el dinero) es siempre escaso. Pero también es cierto que uno va eligiendo, en cierta medida, a qué dedica el poco tiempo/dinero que le queda libre. Y tratándose de una actividad que uno no desarrolla apremiado por las circunstancias, tiene todo el tiempo que Dios le dé para ir dedicándole al tema. A veces basta con cinco minutos antes de dormirse o al despertarse, o incluso al concurrir al sanitario, minutos maravillosos en los que uno reflexiona sobre la información disponible y encuentra un nuevo camino por el que avanzar.
¿Hace falta dinero extra para hacer genealogía? Para todo hace falta dinero. Hasta para no hacer nada, salvo casos extremos. Pero dejando de lado esos casos, mi experiencia me indica que no. Llego a contabilizar una veintena de parientes que han viajado y han vuelto de Italia como cuando llegaron de España: sin nada nuevo que aportar en materia genealógica. Ustedes dirán: quizá no sea así; quizá no quisieron compartir lo que descubrieron. Siendo ese el caso, volvemos al párrafo en el que hablábamos de la solidaridad. Qué sentido tiene el descubrimiento si no se comparte?
Para cerrar, citare a mi marido, que me ha dado una frase estupenda para compartir con ustedes: de últimas, todos nos vamos a encontrar con nuestro árbol genealógico en los bosques de San Pedro. Así que a no desesperanzarnos: lo que no hayamos descubierto, tarde o temprano, nos será develado.

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